Inocente, corrés por la pradera. Campos infinitos de flores
variadas inundan tu vista, que se regocija. Por detrás de ti asoma un bosque de
árboles inmensos. Con curiosidad, te acercás al bosque: un mundo desconocido te
cautiva. Criaturas inimaginables te rodean amistosamente. Pronto te hallás
rodeado de manadas que juegan incansablemente.
Una mano te toma del brazo; una persona, claramente mayor
que vos, te pide que la acompañes. Se trata de una travesía que deben emprender
juntos. No entendés por qué: sos feliz allí en el bosque. Nadie te deja
preguntar, y luego te meten en un mundo donde las preguntas abundan y las
respuestas escasean. Allí radica la maravilla de ese mundo, en la búsqueda.
Creerías que ya estás dispuesto a preguntar y averiguar
cuanta cuestión se te atraviese en la mente; no podrías haberte equivocado más.
Aun te queda una infinidad de cuestiones que aprender, que ya fueron resueltas
por otros. Tu curiosidad mengua, declina.
En un momento determinado, te liberan al bosque. Los
animales se te siguen acercando, pero tus ganas de jugar con ellos no es tal y
como lo supo ser. Buscás estar solo; tu tristeza te inunda la vida que te
rodea. Sin darte tiempo a pensar en nada más, te vuelven a tomar del brazo y te
llevan otra vez a ese mundo de cosas ya sabidas.
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Años después de ir y venir, el bosque ha perdido ese
esplendor que supo tener. Tu triste alma no lo notó, entre tantas idas y
venidas. Decidiste salir a recorrer el prado otra vez, ahora que te libraron a
tu propio azar. Empezaste a avanzar por el mismo en dirección opuesta al
bosque, tratando de no mirar atrás. Algunas veces lo hiciste, pero en
definitiva avanzaste sin más.
Apenas te diste cuenta, y los colores del verde pasto se
fueron degradando; ahora son amarillentos. La tierra, anteriormente debajo,
empieza a aparecer en pequeñas acumulaciones aisladas, y al darte cuenta de
ello quisiste llorar. ¿Cómo puede ser que hayas ignorado todo lo que te
rodeaba, por el simple hecho de que una mano desconocida te llevó, no solamente
a un mundo donde las inquietudes estaban todas dominadas, y aquellas que no lo
eran estaban simplemente lejos de tu alcance, sino que además no te dejó buscar
tus propias inquietudes?
La vanagloriada doctrina a veces ciega y nubla la vista. Es
hora de que las manos dejen de llevarnos por la fuerza, para empezar a ir de la
mano juntos, ambos explorando el prado y el bosque.
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