miércoles, 3 de febrero de 2010

Monólogo de monólogos

Lejos de referirse a la calidad de lo que prosigue, el título trata de una conversación que tuve con una amiga acerca de los monólogos. Lejos también de lo que muchos puedan pensar de la frase anterior, es una amiga nomás. Me puse a pensar, al finalizar dicha conversación, que los monólogos son muy predecibles en algunos casos. Los temas suelen siempre relacionarse con el sexo, las relaciones humanas en general, el trabajo, los problemas de cada uno... casi que la vida en general, ¿no? Pero siempre se trata estos temas de una manera parecida: destacando los defectos ajenos. Por eso me propuse imaginar un monólogo que hable de los monólogos en sí, y acá aparece el título de vuelta. Por supuesto, algunos temas comunes a los ya mencionados aparecerán, pero voy a tratar de
hablar desde un punto de vista ajeno al monologuismo. Con ustedes, el Monólogo de monólogos:

¿Alguna vez vieron un trailer de una película? Imagino que sí, así que sigo con lo que quería decirles. Imágenes sueltas, frases profundas... todo lo que después nunca se va a ver en la película. Me contaron de una que aparentaba ser buena, o por lo menos entretenida, por su trailer, pero después la película no tenía nada que ver. Incluso había un tinte pornográfico/erótico en la misma: minas que están bárbaras con muuy poca ropa, poca trama... en fin, una película de esas que se ven con amigos un domingo a la noche, que son malísimas, pero se disfruta la vista.
Automáticamente me pregunté: ¿cómo son los trailers de las películas porno? Siendo que nunca vi uno en mi vida (trailer, solamente, uno no es de fierro), no puedo imaginármelos. Las películas son todas iguales: 2 segundos de introducción y a los bifes durante hora y media. Si no se pudiesen mostrar las partes de la hora y media, ¿el trailer duraría 2 segundos? Porque en un trailer hay dos condiciones básicas:

1) Hay que dejar una buena impresión para todo el público presente
2) No hay que mostrar lo mejor de la peli, pero sí insinuarlo

Quedar bien con todos es difícil, o sea, es una porno, hay muchas opiniones formadas. Pero la parte de no mostrar la mejor parte de la peli, ¿cómo lo logramos? Peor aún: ¿cómo distinguimos las partes buenas de las malas? Todos sabrán que algunas partes son más famosas que otras, pero tampoco podemos mostrar ciertas cosas al público, sobre todo con chiquitos expuestos. Consecuencia directa: los trailers de las porno deberían durar aproximadamente 5 segundos de imágenes concretas. Una imagen directa es aquella que muestra algo de la película, sin ninguna voz gruesa diciendo "Era una mañana cálida, cuando llegó el delivery de la pizza" y aparece un negro de dos metros con pizza y algo un poco más oscuro y grueso que aceitunas negras. Serían los trailers más baratos de hacer. Acabo de descubrir un negocio en bruto propenso a ser explotado, aunque creo que solamente podrían pasarse en otras películas porno... es un poco restringido el mercado.

La misma persona que me habló de los trailers me recomendó que fuera monologuista. No es una profesión que rechace, pero nunca supe bien cómo se ejercía. Siempre teniendo que hablar de sexo, por supuesto que degradando al opuesto, de mis problemas... mi principal problema era la seriedad con que responder ante mis propios chistes. Siempre hay un monologuista que se ríe de lo que dice mientras lo cuenta, mientras que hay otro que se queda serio como en un funeral. A mí me gustó más la idea del serio, le da cierta onda al personaje ser un tipo recontra serio que te hace cagar encima de tanto reír. Ahora bien, ¿cómo reacciona el público frente al serio? Probablemente la mitad lo adore y la otra mitad lo repudie, por la misma razón de no inmutarse frente a algo que pudiera ser espectacularmente gracioso. Pero no entiendo porqué odiarlo. Supongamos que el tipo no se ríe, ¿qué tiene de malo? Probablemente haya contado ese chiste miles de veces, seguramente ya no le cause gracia. Haciendo analogía, pensemos en alguna profesión repetitiva que requiera de intercambio con el público. Se me ocurre la prostitución. No voy a entrar a divagar en las razones que llevan a la aparición de dicha profesión, pero prosigamos. Si la mina no hace ningún gesto que demuestre que está sintiendo placer, ¿hay que reprochárselo? Seguramente a lo largo (y ancho) del día estuvo desarrollando su profesión, lo único que quiere es irse a su casa a dormir. Para colmo, los postulantes seguramente sean todos muy parecidos, con lo cual es una rutina agobiante. No le pidamos al monologuista que se ría, es un puta sin consentimiento que quiere irse a dormir.

Hablando de las relaciones humanas, hablemos de la comunicación a larga distancia. No necesariamente debe incluir a otros países, pero sí algún tipo de tecnología avanzada. Por ejemplo, internet. Herramienta poderosa si las hay, pero una gran barrera a la comunicación. Por supuesto, tenemos acceso a cosas en otros países, incluso continentes, pero elimina una gran parte de nuestra comunicación: la gesticulación. No es por hacerme el Cal Lightman, pero cuando uno habla, hace miles de gestos, que ayudan a transmitir las ideas intercambiadas. Otra parte privada por la internet es el énfasis del habla. A pesar de existir Skype, la videoconferencia y otras yerbas, rara vez nos vemos usando alguna de estas aplicaciones. En general, optamos por escribir (quién diría que tengo un blog para gesticular), con lo cual perdemos una gran parte de nuestra comunicación, además de encontrar gente que no distingue palabras como hay, ay y ahí, o el uso incorrecto de las letras "s", "c" y "z". Ortgografía y gramática aparte, muchas veces hablamos de varias cosas a la vez, total es fácil seguir el hilo de las conversaciones, basta simplemente leer lo escrito anteriormente y contestar. El problema de esto es que podemos confundir a veces al lector/interlocutor, causando un quilombo lingüístico e interpretativo. Además, perdemos la comunicación diaria con el vecino. Dado que tengo vecinos absolutamente desagradables, no puedo estar más que contento con internet, pero a veces hace falta el diálogo con alguien que no esté en una pantalla. La solución: volver a las viejas costumbres. No hablo de quemar las computadoras en un ritual inquisitivo, sino de retomar la costumbre de hablarle al otro en persona, porque al fin y al cabo somo seres sociales (algunos más, otros menos) que sienten una necesidad intrínseca de comunicarse. Qué mejor manera de hacerlo, que hablando con la gente que nos rodea.

Me despido con una frase: de los cuernos y la muerte no se salva nadie. A mí solo me falta la muerte