miércoles, 28 de noviembre de 2012

El preso y el carcelero

Aquella duda que acorrala sin más que causar molestia, pero esa molestia que recuerda a uno que está vivo, es quizás la duda más temida y esperada a la vez. Es esa duda que es motor y freno al mismo tiempo. Aumenta y reduce las revoluciones internas con una frecuencia poco estimable, pero que se sabe inestable y por eso mismo también se teme y espera. La falta de pronóstico del propio accionar a veces tiende a fomentar tanto la tendencia a pronosticar lo impronosticable como a dejarse llevar.
La libertad de esto último llena de terror y belleza a toda situación. Cualquier evento observado o vivido puede ser usado tanto para la imaginación de situaciones potenciales como para acciones concretas improvisadas, que no por ser tales resultan no satisfactorias; al menos, resultan liberadoras.
Esta sucesión de libertades parciales aparentaría llevar a una libertad total, completamente desinhibida. No siempre ocurre así.
Justamente estamos los que percibimos la libertad total como una anarquía no alcanzable, no por falta de situaciones particulares ni convenios sociales, sino por la mera imposibilidad que nuestro ser nos provoca. Más que imposibilidad, podría denominarse barrera. Una barrera que no solo existe sino que es reconocida por el portador y ejecutor de la misma, pero que resulta tal vez demasiado complicada para poder combatir a simple vista. Quizás, a complicada vista también sea complicada de combatir. Pero nunca imposible.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Perfecta inexistencia


No existen dos almas gemelas, dos seres idénticos (de sexos opuestos o iguales), cuya perfecta similitud sea causa directa (y única) de su inseparable unión. Y eso, justamente, es lo maravilloso y hermoso.
Cada uno se conoce a sí mismo (en mayor o menor medida) a tal punto de poder identificar los peores defectos que posee; de resaltar las mayores virtudes también podría ser posible, pero no es el centro de esta cuestión.
Conocer lo peor de uno implicaría, por tanto, conocer lo peor del otro. Muy probablemente estas actitudes en otra persona resulten menos tolerables que en uno mismo. Por lo tanto, la similitud exacta entre almas no es condición de unión.
No existen dos almas opuestas, dos seres cuya perfecta oposición sea causa directa (y única) de su inseparable unión. Y eso, justamente, es lo maravilloso y hermoso.
Identificando los peores defectos propios, uno encontraría (o pretendería hacerlo) que la situación opuesta es extremadamente agradable. Pues bien, en las propias virtudes, encontraría defectos ajenos, pues siempre es el opuesto.
La irritabilidad que podría producir el surgimiento de estos defectos ajenos podría tornarse en intolerancia. Por lo tanto, la oposición perfecta tampoco es condición de unión.
¿Qué queda, entonces?
Casos intermedios; intermedios e indescriptibles. Y es precisamente esa indescriptibilidad la que hace maravillosa y hermosa la no existencia de hipótesis irrefutables, causas unidireccionales, de las uniones de los hombres.
¿Qué queda, entonces?

sábado, 17 de noviembre de 2012

El jardín de la humanidad

Un jardín repleto de flores y plantas de todas las especies y colores; un jardín vacío de vida. Ni la más mínima de las ráfagas de viento asoma por este lado del Atlántico. Las paredes blancas del jardín inspiran paz; una paz desconcertante. Ya sobrecargadas de enredaderas, clara señal de descuido, pareciera que el verde/marrón se come al mundo.
Caminos de cerámicas perfectas. Una hamaca paraguaya en el centro, firmemente sostenida por dos troncos. Al menos así era antes: las raíces han levantado las cerámicas, dando por resultado un camino tortuoso y errático; los troncos han cedido ante las cuerdas de la hamaca, que pareciera estar a punto de caerse, más aún si se sentara alguien encima. Los bancos perfectamente blancos a los costados del jardín ahora están despintados; la madera, oxidada. Cada jardín de cada casa no dista mucho de este. Este podría ser el jardín de los jardines, si se prefiere.

Quizás esta imagen sería menos trágica si todo estuviese prendido fuego. Por lo menos, habría una excusa para tanto terror.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Causas y Consecuencias

Tu actitud recesiva me hostiga, me irrita, me enferma, me enloquece, me enamora.
Y solamente escapando a los efectos entenderé que no me enamora, sino que me hostiga.

Un poco de humor histórico

Aquel que emplee la pluma y la palabra, difícilmente guste de emplear la espada. Aquel que emplee la espada, difícilmente guste de emplear la pluma y la palabra. Aquel que no emplee ninguna de las tres, muy probablemente conduzca a los otros dos.