lunes, 28 de enero de 2013

Sistema educativo

Inocente, corrés por la pradera. Campos infinitos de flores variadas inundan tu vista, que se regocija. Por detrás de ti asoma un bosque de árboles inmensos. Con curiosidad, te acercás al bosque: un mundo desconocido te cautiva. Criaturas inimaginables te rodean amistosamente. Pronto te hallás rodeado de manadas que juegan incansablemente.
Una mano te toma del brazo; una persona, claramente mayor que vos, te pide que la acompañes. Se trata de una travesía que deben emprender juntos. No entendés por qué: sos feliz allí en el bosque. Nadie te deja preguntar, y luego te meten en un mundo donde las preguntas abundan y las respuestas escasean. Allí radica la maravilla de ese mundo, en la búsqueda.
Creerías que ya estás dispuesto a preguntar y averiguar cuanta cuestión se te atraviese en la mente; no podrías haberte equivocado más. Aun te queda una infinidad de cuestiones que aprender, que ya fueron resueltas por otros. Tu curiosidad mengua, declina.
En un momento determinado, te liberan al bosque. Los animales se te siguen acercando, pero tus ganas de jugar con ellos no es tal y como lo supo ser. Buscás estar solo; tu tristeza te inunda la vida que te rodea. Sin darte tiempo a pensar en nada más, te vuelven a tomar del brazo y te llevan otra vez a ese mundo de cosas ya sabidas.
---
Años después de ir y venir, el bosque ha perdido ese esplendor que supo tener. Tu triste alma no lo notó, entre tantas idas y venidas. Decidiste salir a recorrer el prado otra vez, ahora que te libraron a tu propio azar. Empezaste a avanzar por el mismo en dirección opuesta al bosque, tratando de no mirar atrás. Algunas veces lo hiciste, pero en definitiva avanzaste sin más.
Apenas te diste cuenta, y los colores del verde pasto se fueron degradando; ahora son amarillentos. La tierra, anteriormente debajo, empieza a aparecer en pequeñas acumulaciones aisladas, y al darte cuenta de ello quisiste llorar. ¿Cómo puede ser que hayas ignorado todo lo que te rodeaba, por el simple hecho de que una mano desconocida te llevó, no solamente a un mundo donde las inquietudes estaban todas dominadas, y aquellas que no lo eran estaban simplemente lejos de tu alcance, sino que además no te dejó buscar tus propias inquietudes?
La vanagloriada doctrina a veces ciega y nubla la vista. Es hora de que las manos dejen de llevarnos por la fuerza, para empezar a ir de la mano juntos, ambos explorando el prado y el bosque.

viernes, 25 de enero de 2013

Cambios


“Viajar te cambia la cabeza”; quién no habrá escuchado algo parecido a esto en la antesala de un viaje a realizar. Bueno, yo no fui la excepción. Y es más: esa frase no pudo haber sido más acertada.
Antes de volverme, me puse a hacer un súper repaso para poder intentar resumir el viaje en sí de la manera más compacta posible. Me acordé de un amigo, que cuando hablábamos con otra amiga que estaba planificando su casamiento de acá a uno o dos años y él más o menos también hablaba del propio, cuando yo reaccioné diciendo “pero sos re joven, ¿qué apuro tenés?”, él me dijo “¿qué tiene de malo? Yo ya no necesito nada más; ya las viví todas”. Esa frase me sonó como resumen excelente y perfecto: las viví todas. Las hice todas.
Retomando la frase inicial, se supone que todo viaje implica un crecimiento personal. No solamente puedo decir que así ocurrió, sino que además me di el lujo de poder clasificar mis crecimientos, dividiéndolos según el aspecto que abarcaran. Llegué a esto: el yo turista; el yo persona (en cuanto a vivencias en general y además emociones se refiere); y el yo hombre. Pude brevemente reducir cada experiencia a alguna de estas tres categorías, concluyendo que cada una de las partes creció radicalmente. Conclusión: yo, como sumatoria de las tres partes, crecí una infinidad.
No sé si tiene sentido ponerme a explayar sobre cada una de estas partes, además de porque no sé si me alcance un libro entero para ello, pero cambiaron tanto mi visión como acción en torno a cualquier cosa que me rodee. Por ejemplo: en los últimos años, cada vez que volvía de las vacaciones con mi vieja y mi hermana, me sorprendía de cuán distinto me portaba acá en mi casa de en los viajes. Allá me revolucionaba, era todo lo que no podía ser y hacía todo lo que no podría hacer acá. Eso me traje distinto, o al menos por ahora lo veo así: acá estoy con la misma actitud que allá, siendo esta actitud la que me sorprendía tener afuera. O sea que pude de alguna manera combinar ambas personas, la que vive el día a día con rutina con la que vive el día a día al máximo.
En fin, no sé cuánto sentido tenga todo esto, pero puedo concluir sin lugar a dudas que, tal y como el recital de Mccartney, no puedo afirmar nada por no haber vivido toda mi vida aun, pero este viaje, si no es el mejor de toda mi vida, va a ser al menos uno de los mejores sin dudas.