jueves, 9 de febrero de 2012

Al maestro, con amor

Siempre me mostré muy lejos de sentir. Siempre me creí muy cerca, a la vez. Quizás fue (y siga siendo) por algún miedo a ser, simplemente a ser. Ser abierto, principalmente. Y esta lejanía se quebró casi sin quererlo. El culpable de esto fue mi viejo. Y, claro, cómo no iba a serlo. Independientemente de eso, me encuentro hoy sin entender porqué pasa algo, mientras trato de reprimirlo por las mismas razones que dije antes, con la diferencia de que no es que quiera reprimirlo para nunca sacarlo, sino que lo estoy guardando para cuando lo crea necesario. Y está mal, lo sé: no debería esperar, ahora es el momento.
Hablo, aclaro, de la muerte de Spinetta. No sé cómo ni porqué estoy así. ¡Pero justo en mi cumpleaños tenía que pasar! ¡en febrero, maldito mes! Creo que hoy es la segunda vez en mi vida que realmente siento ese mítico nudo en la garganta. Y me refugio en las noticias. Me sirve, porque veo una frialdad (lógico que exista) que me aísla, me separa del evento, me mantiene al margen de la situación. Me parece que principalmente la excesiva repetición es lo que me revienta. Leer una y otra vez "Chau, Flaco", "Adiós, Flaco", y otras mil maneras de despedir a alguien sin realmente hacerlo, porque en primer lugar tal despedida no existe, y en segundo el decir todo el tiempo "adiós" no concluye nunca en despedirse (cual "cortá vos primero, no vos, no vos..."), me harta los ojos, me cansa el cuerpo, y solamente quiero mandar a todos al carajo por fríos hijos de puta, pero sé que es la única forma que tienen de hacer las cosas.
Pero casi me quiebro solo. Hace algunos meses me surgía ponerme a sacar algún tema de Pescado, Almendra... en fin. Ayer, cuando me enteré y pude estar solo, me puse a tocar algo de él y de Charly, entre otras cosas, y no me pasaba nada. Hoy, apenas empecé a sacar Ana no duerme, no pude más. No paré de sacar las notas y acordes (la melodía siempre me sale más fácilmente), pero mientras lo hacía mi nuca se tensaba y mi cuello me decía que mi nuez de Adán se estaba yendo para adentro, aunque sin atascar mi esófago: eso que se conoce como "nudo en la garganta" (repito). Y, sin entender cómo, mis ojos se iban aguando, mis cachetes se estaban poniendo rojos (supongo, no me vi todavía). Y es increíble, pero no puedo hablar. Tampoco lo intento mucho que digamos, pero por suerte tenemos la escritura. Por supuesto, si ahora mi hermana me dice algo, le voy a contestar, pero igualmente no puedo hablar. No puedo estar diciendo lo que quiero decir, porque en realidad no quiero decir nada. Tampoco estoy seguro de querer escribir nada, pero algo tiene de reconfortante.
Y se  me ocurren mil frases vacías que repentinamente adquieren un sentido estúpido pero en alguna medida real: gracias por tanto (perdón por tan poco no estoy seguro). En definitiva, el artista vive del público y viceversa. Ojo, hablo de esa vida que implica una sensación de plenitud, no simplemente pasar los días y años hasta que el que pasa es uno.
Párrafo pelotudo, ese, ¿no? En fin, solamente espero que todas las partidas que vienen pasando en estos años sean una especie de antesala para una nueva generación de música, porque sinceramente tengo las pelotas llenas de escuchar "¡pero vos sos un abuelo, escuchás música re vieja!". ¿Y qué querés que haga? Si todo lo de ahora es una mierda comparándolo contra todo lo viejo.
Igualmente, no me voy a despedir de Flaco, por dos razones, una cursi y otra fría y boluda como yo:
1) Nunca lo conocí, así que es difícil despedirse de alguien sin antes haberlo saludarlo por primera vez;
2) No me despido de quien me sigue y seguirá acompañando.
En fin, ya creo que estoy hecho con el tema, al menos por hoy. Mi garganta se calmó, mi cara está menos rígida, pero todavía no puedo hablar.

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