a) - Sí, ¿por?
b) - No, ¿por?
c) - ¿Por?
(Independientemente de la opción, continúa)
- Porque sos linda, y las lindas siempre se bajan en Santa Fe.
Él se baja una parada después de Santa Fe. Como una metáfora del amante frustrado que se siente, ve pasar delante de sí una infinidad de bellezas que solamente se le escapan por poco, por una parada. Alguna vez bajó antes, total son dos cuadras, para ver hasta dónde llegaban a ir al mismo lugar: siempre doblaban en Santa Fe; él seguía derecho. Como si esos caminos evitaran cruzarse, recordándole que no tiene ni media chance de conseguir nada, solamente porque él baja una parada después.
A partir del diálogo anterior, que nunca supo construir, las opciones que le siguen serían:
a1) Le agradece, sonriendo. Sus miradas se encuentran en un destello como esos que ocasionan los autos en la noche, o mismo las estrellas, una vez que han sido miradas un buen rato.
b1) Lo mira reacia, como asqueada por su intento de conversar, aunque sea por unas cuadras. Quién sabe sus intenciones, pero de ninguna manera le podría dar la oportunidad de siquiera robarle unas palabras más.
c1) Le sonríe, sin decir nada. Acto seguido, gira la cabeza hacia la ventana, mirando a la calle, esté sentada en la punta o incluso parada en el pasillo.
Sobreespecular. El despegue hacia el hacer nunca llega. La NASA se habría disuelto en tres meses si hubiesen tardado en lanzar un cohete lo mismo que este tarda en hablar. Y se cree incapaz; no porque no pueda hacer nada, sino que no cree en la distribución uniforme de las probabilidades de ningún tipo. Ni siquiera en las caras de un dado. Al haber intentado hablarle a más de veintitrés mujeres, la distribución actual se torna Normal. Sus probabilidades se confirman variables según el caso.
Él, sin embargo, no cede ante la estadística. Sigue creyendo probabilidades uniformes, con la salvedad de que siempre le irá mal. Uniformemente mal. En cambio, en aquellas oportunidades en que descreyó de todo, tornando toda creencia en su propio ser, comprobó que las leyes estadísticas no tienen utilidad sino en cuestiones medianamente previsibles. La imprevisibilidad de los diálogos, salvo aquellos escritos, tal y como comenzó esta historia, contiene los fundamentos que escapan a toda modelización posible, tornando su línea de apertura a lo que solamente es: una apertura. No puede especular sobre reacciones, no tiene sentido hacerlo. En todo caso, suponiendo que el inicio es válido, ¿qué haría ante cada una de las reacciones? Sus intenciones están definidas desde antes de comenzar a hablar, y quedarán plasmadas en la apertura del diálogo. Ella también lo sabrá, con la diferencia de que su opinión será un misterio hasta tanto no se busque exteriorizar la intención que ambos saben que él tiene. Entonces, solamente puede esperar la reacción, y recién entonces pensar en cómo actuar. Quizás aparece otra opción que no había considerado. ¿Qué haría en ese caso? Un programa mal programado se tilda. Si él hace lo mismo, se llega a un fin indeseado.
Quizás todo se resume en una frase.
Hay una cancion de los enanitos verdes que habla de una situacion sememjante. El pibe le quiere hablar a ella y lo unico que hace es quedar anonadado. A quien no le paso? Cuantos amores de transporte publico dejamos pasar por pura estadistica? Sin embargo, eso no imposibilito que conociecemos gente de otros ambientes que logren un efecto parecido.
ResponderEliminarDe todos modos, la magia que genera la suposicion de la efectividad, no se compara con nada