Y esto que digo no lo termino de decir. Lo escribo. Lo
escribo y no sé qué voy a hacer con esto. En realidad tengo esta tricotomía
entre decírtelo de frente, mostrarte lo que escribo y directamente no hacer
nada. Y el no hacer nada siempre gana, porque mientras me debato qué hacer,
estoy justamente no haciendo nada. Y el no hacer nada me lleva a maquinarme aún
más, a seguir profundizando esta idiotez que no me lleva a ningún lado,
solamente me complica con estupideces. Ni siquiera tengo los huevos de, las
veces que te llamé y probablemente siga llamándote, decirte “la próxima vez que
te llame, si te invito a salir ¿me vas a decir que sí o preferís que ni lo
intente más?” o algo parecido. Porque lo que necesito es cortar por lo sano, y
es justamente lo que estoy evitando. Probablemente quedarme con la ilusión de
que puede ser que algo pase me gana.
Y justamente ahora es que estoy armándome todo en la cabeza.
Una vez escrito, y viendo que me tomó cinco minutos putear todo lo que quise,
es que estoy pensando seriamente en llamarte y preguntarte ahora. También tengo
la opción del chat, pero no la prefiero, no es espontánea la respuesta. No se
notan los amagues a hablar, esos micro instantes en que reacomodás las palabras
para que no salgan tan feas, que claramente delatan inseguridad en la
respuesta, o parecieran confirmar la peor de las noticias. Y es que justo la
peor de las noticias puede no ser la peor. Que me digas que no me querés ver
más, que preferís que todo quede acá, que ya fue, puede ser, por un lado, la
noticia que no quería confirmar y por la cual me demoré tanto en preguntar.
Pero por otro lado puede ser un alivio: confirmo las cosas (para uno u otro
caso), puedo comprender en qué estado están. Y ya no necesitaría estar
especulando con nada, pensar en qué decir cada vez que te quiero hablar.
Probablemente en poco tiempo termine haciendo esto, con una inseguridad
fulminante, pero con los huevos más grandes que nunca. Creciditos y todo. Y
seguramente tarde en darme crédito por eso, si es que lo hago (hola, inseguridad,
no es una sensación como dicen por ahí), pero en definitiva lo tendré que
hacer.
Es todo un aprendizaje.
¿Qué me ata a quedarme, a elegir no abandonar?
Estaba tan decidido de que ya estaba hecho, que ya no tenía
voluntad para insistir en buscarte cuando vos me eludías inexorablemente. Y
ahora veo una foto, nada más que una foto, y me vuelven a brotar las ganas de
quedarme. Será que tanto efecto tenés en mí, sin siquiera proponértelo. O que
tanto efecto me genero solito. Es posible, pero no me entiendo. Y me agarra de
nuevo ansiedad, esperando a que muevas un dedo (ni siquiera hace falta más de
uno) y me hables. Porque de llamar ni hablemos (lo dejo en “llamar”; la frase
es otra, pero menos que menos). Decirle a alguien que te pone nervioso que te
llame implica una de dos cosas: o estás insinuando que no querés que te llame
más, y preferiblemente ni te contacte; o también te mueve algo y el llamado te
pone en vergüenza, de esa que te pone coloradito. A mí, que me digan eso, y más
aún por la forma en que me lo dijiste, me dio a entender lo segundo. No sé si
malinterpreté eso, o si hay más cosas, pero la sucesión cosa buena – cosa mala
no me hace gracia. Más aún, me perjudica. Y encima darme cuenta de esto es lo
que más me jode.
Dicen que el loco es loco porque no puede concebir como
anormal su locura. Yo estoy absolutamente al revés: soy perfectamente consciente.
Dicho sea de paso, digo la paradoja “yo soy flor de loco” para divertirme con
esto. Volviendo un poco, darme cuenta de lo mal que me hace este ir y venir sin
terminar de venir, y de mi situación en esto, es lo que me hace parar y decir “carajo,
esto no me gusta”. Y vuelvo a ver tu foto, como un pelotudo que le gustan los
látigos prendidos fuego y llenos de pinches, mientras come un yogur vencido con
toda la nata encima. Y lo peor es que me relajo. Me relajo y espero. Y vuelvo a
esperar a que me mandes algo, alguna señal de vida, de interés.
Nada. Carcomerme la cabeza es un título que gané con
honores. El problema es que me agoté de carcomerme, y a la vez no quiero dejar
de hacerlo. Necesito una patada fuerte, que me saque de donde estoy y me muestre
adónde seguir. No tiene sentido seguir escribiendo, pensando, conjeturando.
Llego siempre al mismo lugar: la nada. Y vuelvo a hacer un llamado a la
solidaridad: péguenme una patada fuerte.
Pasa. La cuestion no es que nos gusta prolongar el dolor, la cuestion es que no podemos concebir la situación de q nos peguen una patada en el culo y darnos cuenta lo pelotudos que fuimos. Necesitamos creer q aun queda una esperanza.
ResponderEliminarPero ahi aparece la puta incertidumbre para poner a flor de piel el disgusto. Y es ahi cuando queremos deshacernos de la ilusion y nos convencemos de que vamos a cortar por lo sano. Y ahi se muestra el miedo, si asi se puede llamar, y dudamos.
Tendriamos que dejar de dudar y afrontar las cosas. Pero es dificil escapar de todo esto cuando se trata de algo puramente humano