sábado, 17 de noviembre de 2012

El jardín de la humanidad

Un jardín repleto de flores y plantas de todas las especies y colores; un jardín vacío de vida. Ni la más mínima de las ráfagas de viento asoma por este lado del Atlántico. Las paredes blancas del jardín inspiran paz; una paz desconcertante. Ya sobrecargadas de enredaderas, clara señal de descuido, pareciera que el verde/marrón se come al mundo.
Caminos de cerámicas perfectas. Una hamaca paraguaya en el centro, firmemente sostenida por dos troncos. Al menos así era antes: las raíces han levantado las cerámicas, dando por resultado un camino tortuoso y errático; los troncos han cedido ante las cuerdas de la hamaca, que pareciera estar a punto de caerse, más aún si se sentara alguien encima. Los bancos perfectamente blancos a los costados del jardín ahora están despintados; la madera, oxidada. Cada jardín de cada casa no dista mucho de este. Este podría ser el jardín de los jardines, si se prefiere.

Quizás esta imagen sería menos trágica si todo estuviese prendido fuego. Por lo menos, habría una excusa para tanto terror.

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