viernes, 23 de noviembre de 2012

Perfecta inexistencia


No existen dos almas gemelas, dos seres idénticos (de sexos opuestos o iguales), cuya perfecta similitud sea causa directa (y única) de su inseparable unión. Y eso, justamente, es lo maravilloso y hermoso.
Cada uno se conoce a sí mismo (en mayor o menor medida) a tal punto de poder identificar los peores defectos que posee; de resaltar las mayores virtudes también podría ser posible, pero no es el centro de esta cuestión.
Conocer lo peor de uno implicaría, por tanto, conocer lo peor del otro. Muy probablemente estas actitudes en otra persona resulten menos tolerables que en uno mismo. Por lo tanto, la similitud exacta entre almas no es condición de unión.
No existen dos almas opuestas, dos seres cuya perfecta oposición sea causa directa (y única) de su inseparable unión. Y eso, justamente, es lo maravilloso y hermoso.
Identificando los peores defectos propios, uno encontraría (o pretendería hacerlo) que la situación opuesta es extremadamente agradable. Pues bien, en las propias virtudes, encontraría defectos ajenos, pues siempre es el opuesto.
La irritabilidad que podría producir el surgimiento de estos defectos ajenos podría tornarse en intolerancia. Por lo tanto, la oposición perfecta tampoco es condición de unión.
¿Qué queda, entonces?
Casos intermedios; intermedios e indescriptibles. Y es precisamente esa indescriptibilidad la que hace maravillosa y hermosa la no existencia de hipótesis irrefutables, causas unidireccionales, de las uniones de los hombres.
¿Qué queda, entonces?

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